Los
bosques son una de las grandes defensas naturales contra la
concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La
biomasa de la floresta (troncos, hojas, raíces, etcétera) de España
almacena alrededor de 635 millones de toneladas de carbono, lo que
equivale al CO2 emitido de origen antrópico, aquel que se produce por
la mano del hombre, producido en el país en más de siete años. Pero,
además de las plantas, el suelo realiza un papel fundamental en la
mitigación del cambio climático. Según un estudio publicado en la
revistaBiogeoscience, las tierras de las masas
forestales españolas mantienen unas reservas de 2.544 millones de
toneladas de carbono. Es decir, el equivalente al dióxido de carbono
emitido en España en 29 años, teniendo en cuenta la media que se
expulsó en el país entre 2001 y 2010.
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Finca La Almoraima, en Castellar de la Frontera, Cádiz. / JULIÁN ROJAS |
El
estudio realizado por el Centro
de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), el Centro
Tecnológico Forestal de Cataluña y
la Universidad
Autónoma de Barcelona, expone también las variantes que determinan
la capacidad que tienen un suelo para secuestrar el carbono: el clima y
el tipo de vegetación. Los terrenos de árboles de hojas perennes son
menos eficaces que los bosques mixtos. Y las altas temperaturas y los
bajos índices de humedad, reducen la capacidad de almacenamiento. Esta
variabilidad en la capacidad de absorción del suelo dibuja un cuadro
heterogéneo de la concentración de carbono en la Península. En Galicia
o Asturias se acumulan más de 11 kilos por metro cuadrado. Estas
comunidades representan las zonas atlánticas, con bajas temperaturas,
altos índices de humedad y una vegetación más típica del centro de
Europa. En el lado contrario están Andalucía, Extremadura o Murcia, en
las que la media de almacenamiento no llega a los siete kilos por metro
cuadrado. Comunidades más calurosas y secas, y en las que predomina una
vegetación mediterránea.
Según
el último informe del IPCC,
el panel de expertos de cambio climático de la ONU, la temperatura en
Europa podría subir entre 1,5 y 4 grados, dependiendo del nivel de
emisiones, y se reducirán drásticamente las precipitaciones. “Si
aumenta la temperatura en las zonas húmedas, como Galicia,
probablemente los microorganismos del suelo trabajarán más rápido,
consumirán más materia orgánica, y emitirán más CO2”, explica Enrique
Doblas, investigador del CREAF, que ha participado en el estudio.
Doblas matiza que este primer estudio es solo una “foto fija” de la
situación actual, y que aún se desconoce si el suelo forestal ya ha
comenzado a emitir carbono a la atmósfera.
El
suelo es el mayor sumidero del mundo, capaz de almacenar tanto carbono
como la atmósfera y la vegetación. Según el investigador del CREAF, a
nivel mundial puede secuestrar hasta 145 veces las emisiones que se
producen por la quema de combustibles fósiles y el cambio de usos del
suelo.
A pesar de la importancia de la función mitigadora del suelo ante el
cambio climático, hasta la fecha solo existe un estudio en el mundo que
determine la pérdida del carbono almacenado en los terrenos forestales.
Entre 1978 y 2003, los suelos de Gales e Inglaterra perdieron un 0,6%
del carbono, según un artículo publicado en 2005 en la
revista Nature.Los
investigadores británicos relacionaron, independientemente del tipo de
terreno, esta reducción por el ascenso de las temperaturas, provocado
por el cambio climático. Doblas añade otro factor que afecta el
almacenaje de carbono: la gestión de los bosques, una de las
debilidades de las forestales españolas.
En
los últimos años, el éxodo rural ha provocado que la superficie
destinada a la agricultura y a los terrenos de pastura en España se
haya abandonado dejando vía libre para el crecimiento descontrolado de
la masa forestal. Entre 1990 y 2005 la superficie forestal en España
creció 4,4 millones de hectáreas, y en 2010 ya abarcaban más 27,5
millones, una sexta parte del total de la Unión Europea, y solo por
detrás de Suecia, según el último informe de la Sociedad
Española de Ciencias Forestales. Pero a pesar del crecimiento de la
masa susceptible de almacenar carbono, las arboledas españolas tienen
un gran problema: solo un 10,6% tenía en 2009 algún plan de gestión,
lejos del 45% o más que tienen 22 países de la UE.
“Si
queremos mantener este carbono debajo de nuestros pies y no emitirlo a
la atmósfera, tendremos que hacer una gestión forestal y territorial a
medida, que asegure la conservación de estas reservas. Tenemos que ser
conscientes de que su almacenaje natural es un proceso muy lento
mientras que su liberación podría acelerarse a causa de una mala
gestión”, advierte Doblas, que señala la facilidad con la que el
carbono podría salir del subsuelo: “La mayoría de este carbono se
encuentra a menos de 30 centímetros de profundidad, por lo que si
removemos la tierra este estaría a la intemperie y podría salir a la
atmósfera por el viento o el agua”.
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CARBONO ACUMULADO EN ESPAÑA. Fuente: Centro de Investigaciones Ecológicas y Aplicaciones Forestales (CREAF). |
“La
sociedad valora los bosques, y estos producen una gran cantidad de
servicios como el mantenimiento de la biodiversidad o la fijación de
carbono, pero estos no tienen un precio de mercado, y por eso no
estamos dispuestos a invertir en gestión”, advierte el catedrático en
Gestión Forestal Felipe Bravo.
Jordi
Martínez, profesor de Ecología en la Universidad Autónoma de Barcelona,
incide en la gestión como medida de prevención, pero matiza que no solo
se puede buscar una que vaya encaminada a la mejora del almacenamiento
de carbono. “En los lugares donde la concentración es muy alta es mejor
dejar todo tal y como está; son grandes sumideros que hacen su función
y sería muy perjudicial perderlos. Y en las zonas donde se almacena
menor cantidad de carbono hay que tener en cuenta otros factores como
es la cantidad del agua”. Martínez apunta a los bosques mediterráneos:
“En estas zonas la cantidad de agua disponible es menor por lo que hay
que evitar el crecimiento descontrolado de los bosques, ya que podría
tener otras implicaciones negativas. Lo más racional es hacer una
gestión pensando en evitar incendios, por lo que habría que reducir la
cantidad de biomasa en el sotobosque y la densidad de árboles”. En los
últimos 40 años el número de árboles por hectárea en los bosques ha
pasado de 656 a 975.
Doblas
abunda en esta idea y recuerda que el 29% de los bosques, matorrales y
prados de España se han formado entre 1985 y 2004. “A diferencia de los
bosques viejos, que tienen una autorregulación ecológica, los recién
formados lo han hecho en zonas agrícolas abandonadas que contenían
muchos nutrientes acumulados, por lo que hay gran densidad de
vegetación, y, aunque esto sea bueno para la acumulación de carbono,
acarrea otros perjuicios”.
En
el libro Conservar
aprovechando, el
CREAF apunta: “Es sabido que las masas forestales acumulan CO2
atmosférico, por lo que un manejo adecuado puede potenciar este efecto
sumidero, siempre teniendo en cuenta otros factores como el consumo de
agua. Aunque un gestor o propietario forestal a escala local no puede
enfrentarse al efecto invernadero de manera individual”, y asegura que,
“una gestión adecuada debe partir de las Administraciones”.
Una
tercera parte de los bosques españoles pertenecen a la Administración,
sobre todo a los Ayuntamientos. “Pero son los gobiernos autonómicos los
que gestionan esta parte de los montes, y depende de los presupuestos,
así que ahora mismo está bajo mínimos”, advierte Pablo Sabín, de
Agresta, consultoría que asesora a propietarios forestales, que además
advierte de otro problema: “Los gobiernos autonómicos invierten en la
extinción de incendios, pero no en la prevención, y la mayoría de
gestión forestal se hace sin planes”.
Los bosques españoles
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España tiene
27,7 millones de
hectáreas de superficie forestal, de las que 18,6 millones son
arboledas,
lo que equivale al 66,2% de la foresta del país.
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Entre
1990 y 2010, el
crecimiento de la superficie arbolada de España supuso el 40% del
aumento de la UE.
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El
crecimiento de
la superficie arbolada en el país
fue del 2,19% anual, mientras que la media del resto de países de la UE
fue de o,51%.
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Desde
1975 en España
hay un 130% más de árboles, llegando a los 10.074.
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La
tasa de aprovechamiento de
los bosques en 2009 fue
del 40%, mientras que en Portugal y Suecia superó el 85%.
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El
fuego afectó a
casi 450.000 hectáreas de superficie forestal en 1994. En 2008 no llegó
a 60.000.
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Los
bosques seminaturales representan
el 93,2%. El 6,8% restante son plantaciones gestionadas de forma
intensiva y plantaciones de crecimiento rápido.
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La
contribución de
los bosques al PIB español fue del 0,9%. En Suecia pasa del 3% y en
Portugal supera el 1,5%.
El
mercado de la madera ha ido perdiendo fuerza en España. Mientras Suecia
aprovechó en 2009 el 90% de los nuevos recursos generados por los
bosques, España no alcanzaba el 45%. La nueva Ley de Montes, que
modifica la de 2003 y acaba de terminar su periodo de exposición
pública, “apunta a un empeoramiento de la gestión forestal”, denuncia
Manuel Tapia, responsable de bosques en Ecologistas
en Acción. “El Gobierno pretende favorecer el cultivo de especies
de rápido crecimiento como el eucalipto. Este tipo de gestión busca el
beneficio inmediato, el dinero al momento, sin pensar en la función del
bosque como mantenedor de la biodiversidad y su función como sumidero
de carbono”, explica Tapia.
Abandonada
la tala de árboles para la producción de madera, excepto en Galicia,
donde en 2012 se obtuvo más de la mitad de la obtenida en España, según
un estudio de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, una de las
alternativas, que en los últimos años han surgido para que los dueños
de los bosques obtengan un beneficio de la gestión de los bosques, ha
sido el aprovechamiento de la leña para la fabricación de biomasa.
“Hicimos una prueba de gestión de bosques para la obtención de biomasa
y el resultado medioambiental fue excelente, pero el económico no. El
propietario no obtuvo beneficios. Sin ayudas públicas es difícil
gestionar correctamente los bosques”, señala Anabel Martínez, técnica
en la asociación de propietarios forestales de Murcia, donde solo se
gestionan un 12% de las arboledas.
El
suelo de los bosques no es solo importante por la cantidad de carbono
que es capaz de secuestrar. Marcos Fernández, miembro del Centro
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), relaciona la capacidad
que tiene la vegetación de almacenar carbono y los nutrientes de los
que dispone en el terreno en un artículo internacional, publicado la
pasada semana en la revista Nature
Climate Change. “Los
bosques que no están limitados por la disponibilidad de nutrientes son
capaces de secuestrar aproximadamente el 30% del carbono que reciben
cuando realizan la fotosíntesis. Por otra parte, los bosques que viven
en suelos infértiles, con poca disponibilidad de nutrientes, son menos
eficientes en el uso del carbono y solo son capaces de acumular el 6%
del carbono fotosintetizado”, explica Fernández. Esta nueva visión
modifica la que hasta entonces se tenía de que la capacidad de
secuestrar carbono de los bosques dependía de la concentración de
hidrógeno del terreno: “Por las predicciones de reducción de
precipitaciones, parece evidente que los bosques de la Península
perderán poder de almacenamiento”.
Fuente: García Vázquez, David: Un almacén de basura debajo de los árboles, EL PAÍS, 17 de abril de 2014
Fuente: García Vázquez, David: Un almacén de basura debajo de los árboles, EL PAÍS, 17 de abril de 2014